Pues bien, ya tengo blog. Tenemos blog debería decir, o quizá "ellas tienen un blog y yo, humildemente, les echo una mano" por aquello de lo políticamente correcto que hoy en día impera, no vaya a ser que se me tilde de
machista, Dios no lo quiera (con esto no quiero decir que el Dios cristiano sea el único bueno y verdadero, ¡¡no se me enfade la muchachada talibán!!).
La cosa es que el otro día leí el siguiente titular: "Por fin los semáforos tienen sexo" -Sí, con las farolas, no te jode- pensé yo. Pues no señor; resulta que los nuevos semáforos que poooco a poooco se están instalando en esta nuestra inmortal ciudad, esos semaforicos con sus luces LED tan chulos y tan brillantes que uno se siente en un concierto de
Michael Jackson, no son semáforos. Ahora viene el amigo
Juan Alberto y nos dice que lo que tenemos son semaforicas, chulas y, por lo visto, brillantas. El ávido lector ya se habrá dado cuenta de que los susodichos no tienen atributo femenino alguno, sino que los clásicos moñacos verde (¡¡avant!!) y rojo (¡¡quietoooorrr!!) han mutado para dar paso, al menos el verde (¡¡avant!!), a una despampanante moñaca, con una falda verde al más puro estilo señorita Rottenmeir.
Y digo yo, que a veces me da por decir tonterías: ¿no es eso precisamente lo que a las mujeres molesta? Tú falda, yo vaqueros; ella rosa, él celeste. Cuento los minutos que restan para que alguna
AFCOF (Asociación de Féminas Contra la Opresión Falocéntrica) salte a la palestra
y ya no pida, ¡¡EXIJA!! que se atavíe a sus camaradas con unos modernos pitillo y unas bailarinas como buenas cosmopolitas que son, ¡porque ellas lo valen!
Chica o chico, alguien nos tiene que indicar cuándo cruzar los pasos de peatones; esa es otra: ¿En qué momento dejaron de ser paso de cebra? Calculo que alguna LICP (Liga Internacional de Cebras Pisoteadas) interpondría una querella para cambiar el nombre, por aquello del respeto a las compañeras caídas. Y mientras tanto
otra mujer muerta a manos de su marido. No sé, no sé, igual es ahí donde está el verdadero problema... pero no, mis compañeras y yo confiamos en el buen hacer de los políticos. Si ellos creen que instalando semáforas alcanzaremos la igualdad de condiciones, es porque las cosas así serán. Que así sean.
Y es que lo políticamente correcto nos obliga, en ocasiones, a tomar medidas cuando menos curiosas, como eso de la
discriminación positiva. Praxis: Para que Ibrahim pueda ir a un colegio cercano a su chabola, José el funcionario tiene que dejar a Pablito en la parada del 41 y Pablito (si no ha muerto antes de sueño) enlazar con el 20, todo esto a las siempre sugerentes sietetreintaycinco de la mañana. Digo yo que casi sería mejor ayudar a Ibrahim mami e Ibrahim papi a conseguir una vivienda digna cercana a la escuela de Pablito. ¡¡Digo yo eh!! Que igual no tengo la menor idea.
Todo se reduce a lo políticamente correcto ¿no? No vaya a ser que alguien se queje y no pueda salir en la foto dentro de cuatro años.
P.S.1: Durante la escritura de esta entrada ninguna cebra fue herida.
P.S.2: Espero que ni a mis compañeras, ni a mi profesora ni a ninguna mujer en general le moleste lo que he escrito, en tal caso, hablaré con quien sea con mucho gusto para explicar más a fondo mi punto de vista. (¿Querré ser políticamente correcto?)
Alfredo Maluenda.